Fecha: 24/10/2024
A los veinte años, María Medina (VIII Promoción) se embarcó en una aventura como marinero en la Armada, un camino lleno de sacrificio, pasión y servicio a su país.
Aunque reconoce que las mujeres son una minoría en este campo, su vocación por la mecánica y su deseo de recorrer el mundo no la frenan. Este año se presenta al examen para suboficiales, dando un paso más en su trayectoria profesional.
- ¿Siempre has querido unirte a la Armada? ¿Qué te motivó a dar ese gran paso?
Desde pequeña soñaba con ser policía, específicamente en la Unidad Canina, pero en una peregrinación del Camino De Santiago conocí a un opositor de la Guardia Civil. Hablando sobre los cuerpos de Seguridad del Estado, decidí que la Armada era lo que más me llamaba la atención ya que siempre me ha encantado la mecánica y me daban la oportunidad de viajar por todo el mundo.
- ¿Qué es la Armada para ti?
Es mi estilo de vida; no es solo mi trabajo. Es emocionante levantarme cada mañana sabiendo que aprenderé cosas nuevas, que conoceré nuevas personas, que en cualquier momento podemos navegar a cualquier país o que me reencontraré con amigos de otros sitios donde ya he estado. Ya no podría ser capaz de vivir lejos del mar; es parte de mí. También es mi camino para sentirme realizada como persona, sentir que soy útil para la sociedad y en mi entorno, sabiendo toda la ayuda que se puede ofrecer desde a mis propios compañeros como en misiones humanitarias.
- Cuéntanos acerca de las funciones que realizas como marinero de la Armada. ¿Cuál es la más desafiante?
Mi especialidad se encarga de que el buque no tenga fallo ninguno desde los motores para la propulsión hasta cualquier enchufe de un taller o los hornos de la cocina. Por eso, cada día es un desafío ya que no sabes qué avería puede haber. Nos hemos encontrado con situaciones como incendios, inundaciones, tormentas durante días (veíamos como la proa se sumergía en el mar por completo; teníamos que atarnos a las camas y salía todo volando), nos quedamos a la deriva durante 7 horas en medio del mar… de todo . Por suerte, tenemos adiestramientos continuos que nos preparan para estas situaciones.
- Supongo que habrás visitado muchos lugares del mundo y vivido muchas aventuras. ¿Tienes alguna anécdota que puedas compartir? ¿Cuál ha sido el sitio que más te ha gustado conocer?
Para mí, Turquía ha sido un gran descubrimiento, es muy diferente a nada que haya conocido. Pero si tuviese que destacar algo sería la cantidad de propuestas de matrimonio que me hacían porque no entienden que con 23 años no esté casada y que los compañeros con los que iba ninguno fuese ni mi marido ni mi novio y estuviesen allí conmigo. Para ellos es una locura. Aún así, fueron súper respetuosos conmigo. De todas formas, es difícil elegir; he estado ya en 12 países, un montón de puertos y en todos tengo recuerdos increíbles: desde visitar ruinas y monumentos en Grecia, perderme por las calles de Lisboa, un karaoke en Cagliari cantando baladas italianas sin saber italiano. Mis momentos favoritos son sobre todo cuando tengo la oportunidad de probar la comida típica de cada país .
- Estamos aquí para destapar mitos. ¿Qué fue lo que más te impactó cuando comenzaste que no te esperabas para nada? ¿Dirías que la sociedad tiene algún prejuicio con respecto a tu profesión?
No sabía cómo iba a ser la vida embarcada. Es complicado el régimen de trabajo navegando; tienes que repartir el tiempo libre entre comer, hacer deporte, estudiar y dormir. Faltan horas en el día y se acumula el cansancio. Al final, estar meses con las mismas personas tocando puerto cada 12-15 días hace que, si no tienes una mentalidad fuerte y positiva, saque lo peor de ti.
También pensaba que iba a tener más tiempo para ver a mi familia del que tengo, y justo ese es uno de los pocos prejuicios que hay que es verdad. Pasamos muchos meses fuera, a veces completamente incomunicados durante días, y se hace difícil para los seres queridos que están deseando tener noticias nuevas y reencontrarse con nosotros.
- Has elegido una carrera profesional rodeada por una inmensa mayoría de hombres. ¿Crees que este hecho te influyó en tu decisión para querer formar parte de la Armada? ¿Cómo es la vida de una mujer en este campo profesional?
Sinceramente no lo pensé; creía que seríamos más (de unas 600 personas no llegamos a 30). Para mí fue difícil adaptarme porque la mecánica no suele gustar a las mujeres, me sentía muy sola. Además, con 20 años, cuando llegué, era la más joven. Al principio me quitaban las cosas de las manos por si pesaban o decían “esto no lo hagas tú que te vas a manchar”, pero decidí demostrar que puedo tanto como ellos y ahora soy “uno” más.
En cuanto a lo personal, también se han intentado aprovechar, y es fácil ser el objetivo de cotilleos, rumores y bromas de mal gusto sin motivo alguno. Es una lucha constante marcar límites y no permitir ese tipo de comportamientos. Gracias a Dios he tenido buenas personas a mi lado que me han cuidado y enseñado, y aunque algunos no van a cambiar su forma de ser, he aprendido a que no me afecten estas situaciones y seguir sonriendo como siempre .
- Eres Alumni de Fuenllana, ¿Ves conexión entre los valores que has recibido en Fuenllana y los del ejército? ¿Dirías que haber ido a un colegio de niñas como Fuenllana te ha influido para ser una mujer líder?
Recuerdo como esperábamos a la profesora en pie en silencio, o al menos lo intentábamos, la exigencia de los estudios, el tratar a todo el mundo con respeto y llamarles de usted, y el compañerismo. Veo que en realidad me estaba preparando inconscientemente para el ejército. Me encanta la disciplina y los valores militares, y veo el resultado en la mujer que soy; muchas veces me sorprendo. Estoy orgullosa de mí y de mi educación. Recuerdo también que desde pequeña me han inculcado siempre el querer ser mejor, tanto en los estudios como ahora en el trabajo y en lo personal, y así sigo: en constante aprendizaje y transformación, siendo la mujer que quiero ser, independientemente de que me digan que no iba a poder llegar o ser.
Sé que todo lo vivido en Fuenllana me ha preparado para seguir luchando por todo lo que quiero y en lo que creo en la vida adulta, y soy muy feliz. También en el ámbito de la religión: decir abiertamente que soy católica ha hecho que muchas veces me den la espalda o intenten hacerme cambiar de opinión, y no ha servido. Siempre hay que ser fiel a uno mismo y luchar por los buenos valores que tenemos y en lo que creemos. Eso es algo de lo que nos advertían también tantas veces en clase, y me encanta ver el resultado de poder cumplirlo.
- ¿Cuál es tu mejor recuerdo del colegio?
No sabría decir cuál es el mejor pero jugar al futbéisbol con mis amigas, todos los libros que leí de la biblioteca, las clases de música con la flauta y las disecciones de biología están entre los esenciales. Recuerdo todo con mucho cariño.
- ¿Qué consejo darías a alguien que está pensando en dar un paso como el que tú has dado y embarcarse en una profesión de servicio al país?
Haz lo que te haga feliz. Aunque pienses que por ser mujer o muy joven no vas a poder con algo, es mentira. No te importe lo que la gente pueda decir, como que por ser un “trabajo de hombres» no vas a estar a la altura. Siempre van a hablar a tus espaldas, pero no permitas que te afecte. Nunca te lleves el trabajo a casa y ten claro que en todo hay que hacer sacrificios, pero que en concreto en este trabajo, el más duro sin duda es la distancia y el tiempo que no vas a poder dedicar a la gente que quieres; te vas a perder navidades, cumpleaños, bodas… Hay que mentalizarse, pero merecerá la pena .
- ¿Cómo te ves de aquí a 10 años?
Siendo suboficial piloto en la Armada, seguir siendo mecánico y con mi propia familia.
- Y por último, pero no menos importante: ¿Cuál era tu plato favorito del comedor?
Me encantaban las lentejas y los días de croquetas y empanadillas, pero del comedor lo que más me gustaba era la sonrisa de todas las cocineras, a las que recuerdo con tanto cariño.